Patrimonio y tierra

Este mes que termina, se celebraban varios días internacionales ligados al patrimonio: el 4 de noviembre fue el Día de la UNESCO y el 16 de noviembre se celebraba el Día Internacional del Patrimonio Mundial, además del Día Internacional del Flamenco que, por cierto, desde 2010 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Coincidiendo con estas celebraciones han sucedido varios eventos interesantes relacionados con el patrimonio y la tierra. El sábado 11 de noviembre, se celebró la charla demostrativa “Artes de la albañilería” con Jesús Adeva, que nos explicó sobre una maqueta de madera que representaba a escala 1:1 una parte de una cubierta inclinada a dos aguas. Con tejas antiguas y modernas que traía desde Toledo en su camioneta, Adeva iba haciéndonos descubrir cómo saber cuándo una teja está bien o no a través de su sonido, y cómo se coloca correctamente la teja con torta de barro. Pero lo que más me gustó de su charla, fue el momento en que mientras nos mostraba la restauración de su vivienda, nos explicó que las casas antiguas tienen alma y que hay que saber leerla. Este evento era parte de las charlas que organiza “Arquitectura Verata, Proyecto de salvaguarda del saber popular”, que se inició este año en la Comarca de La Vera, Cáceres, con la intención de ayudar a preservar y difundir la rica construcción popular de la región.  Este proyecto recibe el apoyo del Ayuntamiento de Valverde de La Vera y del Instituto de Patrimonio Español (IPCE).  Les recomiendo que no pierdan la pista a este sugerente proyecto. Hasta ahora han pasado por allí importantes figuras, que de una forma u otra, están realizando una labor imprescindible relacionada con la conservación del patrimonio arquitectónico (Luis Prieto, Enrique Nuere, Javier de Mingo, Fernando Vegas, Camila Mileto…) y más importante aún, están consiguiendo que la gente del lugar se implique.

Charla demostrativa de Jesús Adeva para colocar teja con torta de barro (Foto: Raquel Martínez)

Unos días más tarde, los días 17 y 18 de noviembre, se celebraba en Madrid el II Congreso Internacional de Construcción, Arquitectura y Urbanismo Tradicionales. Este congreso está organizado por el International Network for Traditional Building Architecture and Urbanism (INTBAU), el Premio Rafael Manzano y la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y con la colaboración de la Fundación EKABA, La Fundaçao Serra Henriques, la Universidad Alfonso X el Sabio, la Escola Superior Gallaecia y el Centro de Investigación de Arquitectura Tradicional (CIAT).  El primer día intervinieron: Terrachidia, Anna Heringer, Salvador Gomis y finalmente, hubo un debate donde participaron Luis Martos, Jesús Adeva y  Luis Prieto,  moderados por Leopoldo Gil Cornet.  El segundo día fue el turno de Sergi  y Gerard Bastidas, Santiago Martínez Otero, Paolo Vitti, Sebastian Treese, y en el panel de discusión final: Antonio Suárez Martín, Olga Muñoz y Fernando Vela, moderados por Miguel Sobrino. Este congreso es de gran importancia para el mundo de la arquitectura tradicional, y desde las entidades organizadoras se está liderando iniciativas de gran relevancia. Sin embargo, tengo que decir, que cuando llegó el momento del debate, tuve la sensación de que estaba presenciando un ‘dejà vu’.

Hago un paréntesis aquí para contar que hace ya 14 años, en 2007, cuando trataba de encontrar un lugar en el mundo como arquitecta, tuve la grandísima suerte de participar en la redacción del Catálogo de los Bienes de Interés Patrimonial Etnográfico (BIPE) en Castilla y León, que se llevó a cabo por un equipo de expertos, bajo la dirección de José Luis Sáinz Guerra.  Cuando me ofrecieron el trabajo, no tardé ni medio segundo en decir sí, antes siquiera de escuchar cuáles eran las condiciones económicas. El año anterior, cuando estaba terminando el Máster de Restauración arquitectónica, recibimos una clase de Concha Casado y de Félix Benito. Aquella charla terminó con un viaje a los pueblos de la Cabrera. Después de la charla de la grandísima Concha, yo ya sabía a qué quería dedicarme. Curiosamente, una de las razones que me llevaron a estudiar la carrera de arquitectura: la arquitectura tradicional.

Aunque no me sintiera muy experta en el tema, por el camino fui aprendiendo. Me tocó redactar la provincia de Segovia. Mi labor consistía en elegir 8 bienes de interés patrimonial etnográfico (BIPE) a destacar entre todos los que encontrase en la Provincia de Segovia que no estuvieran ya catalogados. Esta labor a mí me parecía imposible, y cuanto más sabía, más imposible me parecía, puesto que en cada pueblo que estudiaba encontraba más y más cosas interesantes. Para formarme, me leí todo aquel libro relacionado con el tema que encontré sobre arquitectura popular, Carlos Flores, Julio Caro Baroja, Bernad Rudofsky, Félix Benito, José Luis Alonso Ponga…, además de todo lo que encontré sobre arquitectura tradicional segoviana. Todo aquel trabajo de investigación terminó en unas fichas y en unos artículos que acabaron siendo parte de un libro que se editó de manera electrónica en el año 2012: Edificios y Conjuntos de la Arquitectura Popular en Castilla y León. Ni qué decir tiene que fue una emocionante y triste labor al mismo tiempo. Y digo triste, porque cuando me tocó llevar a cabo la labor de campo, sufría decepción tras decepción al llegar a los pueblos que había señalado en mi lista, cuando descubría que el bien que no muchos años antes aparecía en algún libro, ya no existía o estaba a punto de desaparecer. En aquella época, tuve que hacer unas propuestas para indicar de qué manera se podrían conservar los bienes, con qué estrategias. No muy diferentes por cierto, a las que habían propuesto mis antecesores décadas antes. Y no fueron las mismas porque les hubiera copiado, que las elaboré por mi cuenta, sino porque eran soluciones de sentido común. Ya entonces mi pregunta era, si todo eso estaba catalogado en los 90, ¿porqué en el 2007 seguía cayéndose nuestro patrimonio a cachos?

Como decía, han pasado 14 años más desde entonces. No he vuelto a esos pueblos que estudié y que casi llegué a conocerme de memoria, con el tiempo se han ido borrando de mi mente los nombres y apenas conservo una vaga imagen borrosa de los lugares que recorrí. Ignoro si lo que catalogué ha conseguido salvarse, lo dudo bastante, la burocracia va muy lenta. Tras escuchar los debates que tuvieron lugar este mes de noviembre de 2021, una tiene la sensación de que ha habido algunos logros y avances, pero sin embargo los debates siguen siendo parecidos a los de entonces y el patrimonio sigue desapareciendo poco a poco.  Los maestros se quejan y con razón, no se les escucha, no se les tiene en cuenta antes de elaborar los proyectos arquitectónicos, no se les pregunta hasta que ya es demasiado tarde. Vivimos en un mundo inundado de absurdas normativas que elaboran personas desinformadas y que no conocen la vasta riqueza de la tecnología preindustrial. Las técnicas tradicionales no se pueden meter en el mismo saco que las de la construcción industrial. Ha habido algunos avances en los últimos tiempos para luchar contra esta desinformación, algunos imprescindibles, por ejemplo, la creación de la Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional, todo un gran logro. A la hora de restaurar, es importante saber a quién acudir. Muchas de las destrezas y de los conocimientos necesarios para mantener el patrimonio existente, ya no se enseñan en las Escuelas de Arte y terminarán por desaparecer si no nos encargamos que de alguna forma sigan vivas.  Desde mi propia experiencia como docente interina que ya ha pasado por dos Escuelas de Arte de Castilla y León, confirmo que cada vez tenemos menos alumnos y, que cada vez desaparecen más oficios de las enseñanzas regladas sin que se haga nada para evitarlo desde las altas esferas. ¿Qué tiene que suceder para que reaccionemos y hagamos algo? ¿Por qué es todo tan lento? ¿Por qué se sigue sin aunar esfuerzos desde las diferentes instituciones que se dedican a preservar el patrimonio? ¿Por qué las leyes y la burocracia van tan terriblemente despacio? ¿Por qué no se incluye a expertos en patrimonio cuando se forman los equipos de redactores de normativas?

No tengo respuestas a todas estas preguntas. Desde la Revolución Industrial nuestro mundo ha ido cambiando a una velocidad exponencial, han desaparecido formas milenarias de vivir, trabajar y lógicamente de habitar. Nuestro paisaje ya no es siquiera el que era en los 90. Las industria y la globalización han acabado con los ecosistemas que se habían ido formando durante siglos y, el problema es que la naturaleza que nos rodea no es capaz de adaptarse a la misma velocidad que lo hace el ser humano, así que hasta nuestro paisaje, también patrimonio, está desapareciendo de manera acelerada. Soy consciente de que no se puede volver atrás, tampoco lo pretendo, pero podemos detenernos y pensar en qué hacer antes de seguir destrozando lo que queda, y después actuar, cuanto antes, porque el tiempo no perdona. La globalización ha conseguido hacer un mundo uniforme, y como estamos viendo en la actualidad, un planeta sin riqueza ecosistémica se hace muy frágil y vulnerable ante cualquier ataque. Debemos pensar qué mundo queremos para el mañana. En el campo de la arquitectura hay mucha gente haciendo y trabajando por conservar nuestro patrimonio; conozco bastantes ejemplos que catalogaría como éxitos, por ejemplo la Restauración de los Chozos de Urueña bajo la guía del arquitecto Oscar Abril, el trabajo que desde hace años desarrolla Inma Basarte tratando de salvar los palomares de León, la tesis de Vicenzina La Spina sobre la España yesífera, el trabajo que desarrollan Francisco Azcónegui y Mónica Martín Sisí en Homo Faber formando artesanos e impartiendo cursos a interesados, las redes que se han formado en internet de maestros y artesanos difundiendo sus conocimientos… y tantos y tantos otros. Por eso quizás, me causó tanta alegría conocer a Mónica Bujalance, una de las personas detrás de Arquitectura Verata, porque con este proyecto están consiguiendo agitar a su comunidad, desde ese mismo lugar que por supuesto habitan, y desde allí y con los medios que la tecnología posibilita y con los de toda la vida, con la conversación, la charla y el debate, están contribuyendo a crear sinergias entre diferentes mundos desconectados, el de los artesanos y el de los técnicos, el del mundo rural y el de la ciudad. La Vera es una comarca rica y próspera, y aunque parezca mentira, bastantes de sus casas están reformadas con adobe. Para mí, que puedo presumir ahora de ser oficialmente adobera, aquello me pareció el paraíso. Además, diversa gente procedente de la ciudad y hartos de la vida urbanita, se está afincando allí con nuevos proyectos de vida. Para que la arquitectura tradicional sobreviva, se necesita que sea parte de la vida y no solamente un museo escenografiado para deleite de los turistas. Creo que somos las personas quienes tenemos el poder de transformar el mundo o… de conservarlo. Detrás de toda institución, hay personas y somos cada una de esas personas las que podemos hacer y transformar cada día. Si unimos nuestros esfuerzos para evitar los obstáculos, quizás seamos capaces de preservar la riqueza que hemos heredado de nuestros ancestros, el inmenso patrimonio material e inmaterial que aún nos queda, antes de que desaparezca lo que alguna vez fuimos, o lo que de ello queda. Nuestro pasado puede ayudarnos a entender de forma contundente quiénes somos y a evolucionar hacia el futuro.

Raquel Martínez

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