Hace solo 5 días, nos llegaba la triste noticia de la muerte del incansable Faustino González Miguel, el alcalde de Cuenca de Campos o, mejor dicho, Tinín. Así me lo presentaron la primera vez que lo conocí, y con su apodo apunté su nombre en mi agenda, corría el año 2011 y me hallaba trabajando para el GrupoTIERRA de la Universidad de Valladolid en la organización del Congreso de Arquitectura de Tierra CIATTI. “Cualquier cosa que necesites, puedes hablar con él, es el alcalde de Cuenca de Campos”, me habían dicho. Y efectivamente, cada asunto en el que necesité ayuda allí estuvo dispuesto él para hacer las cosas más fáciles. Desde entonces, me lo he ido cruzando en distintos eventos de la tierra. También vino hace bien poco a finales de septiembre al Mihacale, en Gordoncillo, con motivo de la celebración de la I Semana Esteparia de la tierra. Invitamos a algún representante de la Fundación Rehabitar Tierra de Campos para que nos contasen más sobre el proyecto que llevan a cabo desde hace unos años en el Monasterio de San Bernardino de Cuenca de Campos. Y de nuevo, Tinín nos ofreció su ayuda y colaboración, y mantuvo su compromiso firme en la protección del patrimonio y la arquitectura de tierra.

Es sorprendente descubrir, que en un pueblo tan pequeño como Cuenca de Campos, de tan solo 208 habitantes (INE 2021), además de conseguirse otros muchos logros, se hayan realizado tantas actividades sobre arquitectura de tierra. Por esos lares han pasado expertos de medio mundo. Estas tierras y sus gentes, el mundo de la arquitectura tradicional y, en especial, el de la arquitectura de tierra, deben mucho a este hombre entusiasta y apasionado. Quiero centrarme en esta idea para recordarle y para rendirle homenaje. A menudo echamos la culpa o la responsabilidad de lo que nos ocurre como sociedad a las instituciones, pero con frecuencia olvidamos que tras cada institución lo que hay son personas y voluntades, simplemente personas como nosotros. Es gracias al esfuerzo de esas personas que el mundo se mueve y gira. Si cada uno de nosotros, nos levantásemos cada día con esas ganas de hacer, con esa fe en nuestros proyectos y con las ganas de poner el hombro y comprometernos con la vida, otro gallo nos cantaría.
En septiembre, cuando le vi por última vez, me pareció que Tinín tenía mala cara, pensé que sería el paso de los años, ahora descubro que estaba enfermo y valoro mucho más que, aun así, viniese a vernos. Tinín tendría 79 años, pero no me cabe ninguna duda de que su espíritu era el de un jovenzuelo. Muchas gracias por tu ejemplo y por no rendirte Tinín, allá donde estés.
Raquel Martínez